27 de agosto de 2019

    Después de mucho tiempo, de muchos años, no voy a retomar mi Blog, nada más lejos de mi intención, sólo quiero escribir unas palabras, unas palabras sencillas, que me saldrán del corazón, que a nadie le quepa la menor duda. 
    Mi esposa, mi mujer, mi media naranja, como la nombré en alguno de los posts que llegué a escribir,  se ha ido. Hace hoy justo un mes. Y se ha ido, créanme,  casi sin esperarlo. Y se ha ido sin que pudiéramos tomar una decisión al respecto entre los dos, como siempre hacíamos. Y se fue casi sin esperarlo, casi sin avisarme, porque sabía que yo no hubiese estado de acuerdo con su decisión. Así era ella. Pero...¡cómo me agradaba que fuera así!
     Uno piensa o puede llegar a pensar que ese momento no llegará jamás. Pero cuando llega, una pregunta ha recorrido mi  cuerpo de arriba a abajo, de la cabeza a los pies...de la mañana a la noche... ¿Por qué te has ido? ¿Por qué? ¿No podías haber aguantado aquí un poquito más? ¿Qué hago yo ahora?
    Pero enseguida oigo su voz, la voz alegre que siempre tuvo antes de su calvario,  y me dice...
    Ya estaba algo cansada, demasiado cansada, lo sabes, te lo he dicho una y otra vez...por mucho que me dijeras que aguantara, sabes que  la vida ha sido dura con los dos, pero hemos sido felices,  eso es lo que importa. Lo que verdaderamente importa es que tenemos una hija encantadora, siempre lo ha sido, y vamos a tener un nieto al que tendremos  que cuidar como cuidamos a nuestra hija. Y si cualquiera de los dos faltara, ya sabes que tendremos que multiplicarnos, pero siempre estaremos los dos, en cuerpo, en alma, junto a nuestra hija, junto a nuestro nieto. Y con eso tenemos que quedarnos.
    A partir de ese momento he podido entender que ella sigue con nosotros, he llegado a entender que ella estará siempre con nosotros, aceptando los pocos o muchos  fallos que hemos cometido... guiándonos siempre y caminando a nuestro lado. Estará siempre junto a su hija Dámaris, a la que quiso siempre y a la que seguirá queriendo...siempre. Estará siempre junto a Mario, de eso no me cabe la menor duda. Y le cuidará. Y Mario sentirá siempre que su abuela Nieves le acompaña y está junto a él. Siempre te querremos, Nieves.
    Estoy tan seguro de todo lo que acabo de escribir en estas líneas, que me han salido del corazón, que firmaré con mi nombre y apellido.
    Melquiades Valladares