Los 600 euros de multa le dolieron, claro está; los 4 puntos que le quitaban...no sabía él cuánto iba a echarlos de menos; pero un mes sin poder conducir era lo más grave. Tanto más, cuanto que su trabajo consistía en el reparto de mercancía a sus clientes.
Se sentía desolado, algo hundido, triste, e intentó sobrellevarlo lo mejor que pudo, aunque comprenderán que no era fácil para él. Se enteró que podía ir a las oficinas de Tráfico y fragmentar los días que debía estar sin el carnet de conducir. Y eso hizo.
Con las "posibles soluciones" que allí le ofrecieron, decidió que el mes de sus vacaciones, partido en dos quincenas, sería el más idóneo para no conducir. No había solución más interesante para él.
Pero como ya dije en mi anterior post, hay veces que un hombre cae en la desesperación más absoluta, tanto, que se cae de espaldas y se rompe la nariz. Y eso fue precisamente lo que le ocurrió a nuestro personaje.
Quedaban ya pocos días para sus vacaciones cuando, una tarde, se dirigía a su casa. Conducía tranquilo su vehículo de trabajo, atento al tráfico, las dos manos en el volante, pensando lo poco que quedaba para sus vacaciones de verano, cuando de repente se le cruza delante un coche verde con 3 agentes en su interior y lo mandan a parar en el arcén de la autopista. Y eso hizo. Sí, claro, ¿quién si no? Han acertado...sí...la mismísima Guardia Civil de Tráfico. El primero que se dirigió a él le dijo que iba a multarlo por hablar por el teléfono móvil. Nuestro hombre miró al asiento que tenía a su lado, con cara de asombro, donde siempre tenía su teléfono cargando, esta vez apagado pues se había quedado sin batería. Intentó en vano una y otra vez convencer al policía de que se equivocaba, de que su teléfono estaba apagado, sin batería; de que tenía bluetooth en su coche y por tanto sería cosa de tontos ir hablando con un móvil en la oreja y además apagado y sin batería, cosa que le demostró enseñándole su teléfono completamente apagado. Pero no obtuvo respuesta por parte del agente. Éste se dirigió de nuevo al coche con la documentación para expedir la denuncia. En ese momento se le acerca otro de los agentes y nuestro hombre le comenta de nuevo todo lo anterior mostrándole el teléfono apagado. Y cuál no sería su asombro cuando este agente le dice: -La verdad es que yo no le he visto hablando con su móvil, pero mi compañero dice que si, y él es el jefe. Imagináos la situación y la cara de rabia que se le quedaría al personaje del cuento. ¿Resultado? 150 euros y 3 puntos menos por...simplemente conducir. La cruda realidad...
Así que todo el tiempo de sus vacaciones estuvo "molestando" a su esposa para que lo llevase donde necesitaba: A hacer algunas compras, al médico, a cortarse el pelo, etc, etc. Por supuesto que algunos días se acercaron a darse un refrescante baño a una playa cercana a su casa. En todo ese tiempo la moral se le iba "minando" poco a poco. ¿Qué le estaba sucediendo? ¿Por qué siempre le tocaba a él " bailar con la más fea"?
Una vez hecho el recuento de puntos que le habían quitado, se da cuenta que su crédito se encuentra a 0, motivo suficiente para perder la autorización administrativa para conducir. Ahora le tocará hacer un curso que llaman de "sensibilización vial", por supuesto después de abonar casi 400 euros por el mismo. Y eso hizo. Se dirigió a la Asociación provincial de autoescuelas y, después de entregar toda la documentación que le fue requerida, quedó anotado para hacer dicho curso, después de que le informaran que antes de hacer ese curso debía esperar como mínimo 3 meses y hacerlo después. La odisea se le alargaba...
Continuará...
1 comentario:
¡Pobre personaje! Yo veo a esos hijos de la gran bretaña y me echo a temblar. Ya tengo psicosis en verde...
Espero impaciente la continuación de la historia. Abrazos
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