2 de septiembre de 2009

ODISEA EN VERDE

Pues va a tener razón mi hermana cuando dice que tres meses son demasiados. Así que hoy voy a contarles una historia.
Iba un hombre conduciendo su vehículo por la carretera, cuando de repente suena su teléfono móvil. El hombre pensó dejarlo sonar, pues iba conduciendo, pero como esperaba una llamada importante, miró por los espejos retrovisores y no vió policía alguno, así que decidió contestar la llamada. Pero tardó más en coger su teléfono y acercarlo a su oreja que en aparecer un motorista de la guardia civil que le mandó a parar. Lo demás se lo imaginarán, multa al canto y 3 puntos menos.
Al día siguiente fue a pagar la sanción religiosamente, pues sabía que lo que había hecho estaba mal. Y cuando salió de las oficinas de Tráfico, se dirigió a una tienda a comprarse un bluetooth, que colocaría en su vehículo y nunca más se vería en otra situación como esa. Y eso hizo.
A los quince días iba este hombre de nuevo con su vehículo, y, parado en un semáforo, esperando al color verde, tomó el móvil en su mano y pensó: ¡Qué contento estoy de haber puesto el bluetooth en el coche...! Y, aunque les parezca mentira, en ese momento vio junto a la puerta de su vehículo un uniforme de color verde, con un agente en su interior, montado en su motocicleta que le miró muy serio y le hizo una seña con su mano para que aparcase un poco más adelante una vez se pusiera el semáforo en verde. Y eso hizo.
Al ver acercarse al agente, este hombre pensaba que eso no podía estar pasándole a él. Después de algunas preguntas y respuestas, de promesas por parte del personaje de esta historia de que él no estaba hablando con nadie, ni leía o ponía mensaje alguno en su teléfono, se vio con otra denuncia en sus manos en la que podía leerse: Motivo de la denuncia..."Circular haciendo un uso manual del dispositivo móvil". No le valió para nada jurarle al agente que él no hablaba por teléfono, que él no circulaba, (pues estaba parado en un semáforo). Nada. A media mañana y con un gran pesar, va este hombre a pagar la multa y comprueba que le quitan otros 3 puntos. No puede ser, se decía. Presentaré un escrito de alegaciones, cosa que hizo, pero aún hoy espera la respuesta. En fín, ¿qué le vamos a hacer? Hay que guardar la calma. Y eso hizo.
Resulta que, para continuar con esta historia, pasado un mes del último suceso acaecido, invitan a nuestro personaje a una bodega, en la noche de San Andrés, de gran arraigo, pues es cuando se prueban los vinos y caldos de todos los bodegueros. Y va este hombre, a las once de la noche, como quien dice, a cumplir con aquellos que le habían invitado.
Al llegar, y después de los saludos pertinentes, le invitan a un buen vaso de vino, que él rehúsa con muchísima educación diciendo: mañana tengo que trabajar, lo agradezco igual que si me lo hubiera bebido, pero no, tengo que conducir. Pero acto seguido, y después de comer algo de carne, cometió la torpeza de aceptar un botellín de cerveza. Pasaría algo más de una hora , aún llegaban algunos invitados a la bodega con sus guitarras, ya había tomado su segundo botellín de cerveza cuando dijo: Señores, espero que lo pasen muy bien, pero debo irme, que disfruten la noche. Y se dirigió a su coche con la idea de irse a dormir a su casa. Y eso hizo.
Pero todos saben que cuando un hombre está "en desgracia", se cae de espaldas y se rompe la nariz, así que habiendo rodado unos pocos kilómetros con su vehículo y justo antes de tomar la autopista, ve unos reflejos azules, la noche era clara, y pensó: No puede ser...esos reflejos...algo me dice que, pero bueno, si yo he comido bastante y solo me he tomado dos cervezas, DOS, nada, continúo mi camino tranquilo, pero...
De repente, se topa con una hilera de cuatro vehículos de la benemérita, y uno de los agentes, muy amable él, le dice: Buenas noches, estamos haciendo controles de alcoholemia...¿ha bebido usted? Muy amablemente le respondió enumerándole todo lo que había bebido y comido esa noche: 2 pedazos de morcilla, 3 ó 4 salchichas y chistorras a la brasa, algo más de dos chuletas asadas, varios pedazos de carne de pavo asada, castañas asadas, todo ello salpicado con DOS míseros botellines de cerveza, así que accedió "gustosamente" a hacerse la prueba del alcohol.
¿Será posible? En la primera se refleja: 0'36 ( el límite está a 0'25). El agente le dice: Espere unos minutos que enseguida le llamaré para una segunda prueba. Y eso hizo.
Los minutos se le hicieron interminables, hasta que al fín vio dirigirse hacia él al policía uniformado. Vamos con la segunda...0'34.
Es difícil de entender, pero después de lo que había comido y con sólo DOS botellines de cerveza, la maquinita acusaba 0'34. Denuncia al canto: 600 euros, un mes sin carnet de conducir y 4 puntos menos. ¿Quién puede creérselo? Pues sí.

Continuará...

1 comentario:

Ligia dijo...

Chiquillo... La ley de Murphy es así. Aparece cuando menos lo esperas. Esperemos que la odisea no dure demasiado. Me alegra que hayas vuelto a escribir historias. Abrazos