Esta mañana, al levantarme, he recibido la
noticia. Una noticia de esas que nunca quieres recibir. Víctor, un buen amigo,
nos ha dejado. Ha decidido irse en paz, sin molestar, como actuó siempre. A
este amigo le conocí hace ya muchos años; trabajó en Santa Cruz, en la empresa
Uralita, y allí iba yo muchas veces a cargar planchas. La verdad es que siempre procuraba que fuera
Víctor el que me atendiera en la carga, por su sencillez, tranquilidad, bondad
y buen hacer. Me daba siempre buenos consejos al cargar el camión, me ayudó
muchísimas veces a atar correctamente la carga, pues yo no sabía mucho de nudos,
y siempre con una sonrisa, con una palabra amable. Aunque siempre vivimos
relativamente cerca después de que yo me casé, nuestros caminos volvieron a
encontrarse cuando entré por primera vez en la comisión de fiestas del pueblo
donde vivo. Y a partir de ahí nuestra relación se hizo cada vez más sólida. No conozco
a nadie que me haya hablado mal de Víctor, todo lo contrario, a todos les caía
bien, era una excelente persona, amigo de sus amigos, colaborador siempre y en
cada ocasión en que requerían su ayuda para lo que fuera; aunque la verdad, no
hacía falta que le llamaran, él siempre se ofrecía a ayudar, para eso era el
primero. Las fiestas de pueblo se hacen gracias a mucha gente, pero sobre todo
si esa gente es como Víctor, presto
siempre a echar una mano en lo que necesitaran, siempre de buen talante y
servicial. De la misma manera que era el primero en prestar ayuda, también era
el primero en salir a bailar. Puedo hasta decir que le recuerdo bailando, aquí
y allá, con buen paso, le encantaba bailar, era “incansable”. Hace años tuvo un
par de operaciones de corazón, pero ganó él la partida. Después de una buena
comida, unas copas y un baile donde casi siempre quedaba él solo al final del
mismo bailando, al día siguiente tocaba caminar, así eliminaba los posibles
excesos del día anterior. No soy de las personas en el pueblo que más le
conocía, pero siempre tuve una relación exquisitamente cordial con él. Hace
bastantes años que pasábamos juntos el día de fin de año en el pabellón, con
muchísimos amigos y vecinos, pues al final del baile, cuando casi todo el mundo
estaba ya en su casa descansando, allí estábamos nosotros, esperando que la
orquesta recogiera para “cerrar” y, con la excusa de ir a casa a ver mi
colección de belenes, tomarnos la penúltima copa y brindar por el nuevo año.
Así le recuerdo, y así le recordaré siempre, y en honor a él, siempre que
pueda, seguiré sacando toda mi colección en Navidad. Sé que él, desde arriba, y
cada día 1 de enero, por la mañana muy temprano, se acercará a mi casa a ver de
nuevo mi colección, mis nuevos belenes, y allí tendrá puesta “la penúltima”, y
brindaré de nuevo con él por otro nuevo año. A toda su familia y en especial a
su esposa Candelaria, mi más sentida condolencia. Nos ha dejado un hombre bueno…
pero siempre estará con nosotros. Hasta pronto, amigo Víctor.
21 de agosto de 2012
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2 comentarios:
Un homenaje precioso, querido hermano, para un amigo que siempre estará en el recuerdo. Abrazos
Gracias Melquiades! Ni una palabra más ni una menos, simplemente así era mi padre. Es un orgullo saber que dejó huella, que pasó por el mundo con matrícula de honor.
Gracias y mil gracias.
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