21 de agosto de 2012

Hasta pronto, amigo Víctor.


    Esta mañana, al levantarme, he recibido la noticia. Una noticia de esas que nunca quieres recibir. Víctor, un buen amigo, nos ha dejado. Ha decidido irse en paz, sin molestar, como actuó siempre. A este amigo le conocí hace ya muchos años; trabajó en Santa Cruz, en la empresa Uralita, y allí iba yo muchas veces a cargar planchas.  La verdad es que siempre procuraba que fuera Víctor el que me atendiera en la carga, por su sencillez, tranquilidad, bondad y buen hacer. Me daba siempre buenos consejos al cargar el camión, me ayudó muchísimas veces a atar correctamente la carga, pues yo no sabía mucho de nudos, y siempre con una sonrisa, con una palabra amable. Aunque siempre vivimos relativamente cerca después de que yo me casé, nuestros caminos volvieron a encontrarse cuando entré por primera vez en la comisión de fiestas del pueblo donde vivo. Y a partir de ahí nuestra relación se hizo cada vez más sólida. No conozco a nadie que me haya hablado mal de Víctor, todo lo contrario, a todos les caía bien, era una excelente persona, amigo de sus amigos, colaborador siempre y en cada ocasión en que requerían su ayuda para lo que fuera; aunque la verdad, no hacía falta que le llamaran, él siempre se ofrecía a ayudar, para eso era el primero. Las fiestas de pueblo se hacen gracias a mucha gente, pero sobre todo si esa gente es  como Víctor, presto siempre a echar una mano en lo que necesitaran, siempre de buen talante y servicial. De la misma manera que era el primero en prestar ayuda, también era el primero en salir a bailar. Puedo hasta decir que le recuerdo bailando, aquí y allá, con buen paso, le encantaba bailar, era “incansable”. Hace años tuvo un par de operaciones de corazón, pero ganó él la partida. Después de una buena comida, unas copas y un baile donde casi siempre quedaba él solo al final del mismo bailando, al día siguiente tocaba caminar, así eliminaba los posibles excesos del día anterior. No soy de las personas en el pueblo que más le conocía, pero siempre tuve una relación exquisitamente cordial con él. Hace bastantes años que pasábamos juntos el día de fin de año en el pabellón, con muchísimos amigos y vecinos, pues al final del baile, cuando casi todo el mundo estaba ya en su casa descansando, allí estábamos nosotros, esperando que la orquesta recogiera para “cerrar” y, con la excusa de ir a casa a ver mi colección de belenes, tomarnos la penúltima copa y brindar por el nuevo año. Así le recuerdo, y así le recordaré siempre, y en honor a él, siempre que pueda, seguiré sacando toda mi colección en Navidad. Sé que él, desde arriba, y cada día 1 de enero, por la mañana muy temprano, se acercará a mi casa a ver de nuevo mi colección, mis nuevos belenes, y allí tendrá puesta “la penúltima”, y brindaré de nuevo con él por otro nuevo año. A toda su familia y en especial a su esposa Candelaria, mi más sentida condolencia. Nos ha dejado un hombre bueno… pero siempre estará con nosotros. Hasta pronto, amigo Víctor.

2 comentarios:

Ligia dijo...

Un homenaje precioso, querido hermano, para un amigo que siempre estará en el recuerdo. Abrazos

Unknown dijo...

Gracias Melquiades! Ni una palabra más ni una menos, simplemente así era mi padre. Es un orgullo saber que dejó huella, que pasó por el mundo con matrícula de honor.
Gracias y mil gracias.